
En el principio de este nuevo siglo parece revivir en Latinoamérica nuevamente el germen de la revuelta, que adorna su historia de forma recurrente. En el siglo XIX fue su emancipación del imperio español, con Bolívar, Sanmartín, Sucre, Martí, y tantos otros. En el XX, el combate se libro contra el tardo colonialismo y luego contra el imperio USA, con la CIA como brazo ejecutor, cruenta lucha que se saldó con miles de muertes y con los nombres para la historia de Zapata, Allende, Guevara, Santucho, Óscar Arnulfo Romero y muchos otros héroes y mártires.
¿Cuales son los nuevos nombres que se postulan hoy? Esa es la pregunta fácil, ya que ellos mismos se autodefinen como sus sucesores ideológicos: Chávez, el fallido López Obrador, Morales, Marcos, Ortega, Correa, el nuevo presidente cubano Raúl Castro, Lugo… Con proyectos tan dispares como alejados entre sí, con la izquierda como único común denominador. Pero la difícil es saber cual es el nuevo proyecto. O tal vez saber si es posible que exista uno que pueda enfrentarse unido a los nuevos retos tras el fracaso del neocapitalismo especulativo.
¿Y cual es la percepción que se tiene en Europa? Que dichos regímenes son populistas y autoritarios y niegan gran parte de la libertad política de sus pueblos. Y eso es, en gran medida cierto. Pero de esa ecuación no podemos despejar sin más el hecho de que esos regimenes han sido elegidos, y en algún caso refrendados periódicamente, por los pueblos a los que supuestamente subyugan. ¿Porqué desde Europa eso no tiene mayor importancia y sólo se validan las críticas, desde un trasnochado sentido de superioridad histórico-democrático? Ejemplo de eso es que hoy, en España, la visión que se tiene de Chávez no se basa en sus reformas sociales, o en su fortaleza ante los sicarios de la administración Bush, sino en sus excesos verbales o que el rey de España, con un tuteo colonialista inadmisible en el mundo no castellano, le intento callar en una cumbre con la endémica mala educación borbónica. Y eso le convierte en el enemigo. No sus afrentas a la libertad en Venezuela, que también las ha cometido, sino un episodio de prensa rosa o de sainete frente a un rey con un sentido prepotentemente medieval de la historia.

¿Porqué esos nuevos movimientos sociales no tienen hoy más alternativa que las antiguas oligarquías petroleras venezolanas, o la élite blanca boliviana cuya divisa es el desprecio al indígena, o la mafia anticastrista de Miami, tan llena de odio hacía sus propios compatriotas sinceramente favorables a la revolución que no tiene en sus corazones espacio para la búsqueda de la libertad, sino sólo para la venganza, o la casta de funcionariado corrupto a todos los niveles en México, o Perú?

Y sobretodo, Europa debe darse cuenta de cuan absurdo es el paternalismo hacia quien, con sus esfuerzos en la búsqueda de su libertad, nos lleva dando lecciones desde hace doscientos años. No se donde estará el final de ese camino, pero sí se donde está el principio. Está en desmarcarse inmediatamente de la tutela de los bárbaros de norte, de esa extraña gente que defiende la democracia en Abu Grahib, en Guantánamo, en países amigos que les prestan sus cloacas ponzoñosas para torturar a su enemigos. Dejar de recibir lecciones de libertad de un asesino en serie que firmo decenas de sentencias de muerte desde el gobierno de Texas. De una administración asesina de masas desde la mentira y la rapiña energética. Hay que gritarlo: ¡Nosotros no electrocutamos a nuestros enemigos, no los ahogamos, no los torturamos!
Y hagámoslo ahora, o para luego será tarde y la historia volverá a sobrepasarnos
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