viernes, 9 de enero de 2009

Claroscuros

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En el principio de este nuevo siglo parece revivir en Latinoamérica nuevamente el germen de la revuelta, que adorna su historia de forma recurrente. En el siglo XIX fue su emancipación del imperio español, con Bolívar, Sanmartín, Sucre, Martí, y tantos otros. En el XX, el combate se libro contra el tardo colonialismo y luego contra el imperio USA, con la CIA como brazo ejecutor, cruenta lucha que se saldó con miles de muertes y con los nombres para la historia de Zapata, Allende, Guevara, Santucho, Óscar Arnulfo Romero y muchos otros héroes y mártires.

¿Cuales son los nuevos nombres que se postulan hoy? Esa es la pregunta fácil, ya que ellos mismos se autodefinen como sus sucesores ideológicos: Chávez, el fallido López Obrador, Morales, Marcos, Ortega, Correa, el nuevo presidente cubano Raúl Castro, Lugo… Con proyectos tan dispares como alejados entre sí, con la izquierda como único común denominador. Pero la difícil es saber cual es el nuevo proyecto. O tal vez saber si es posible que exista uno que pueda enfrentarse unido a los nuevos retos tras el fracaso del neocapitalismo especulativo.

¿Y cual es la percepción que se tiene en Europa? Que dichos regímenes son populistas y autoritarios y niegan gran parte de la libertad política de sus pueblos. Y eso es, en gran medida cierto. Pero de esa ecuación no podemos despejar sin más el hecho de que esos regimenes han sido elegidos, y en algún caso refrendados periódicamente, por los pueblos a los que supuestamente subyugan. ¿Porqué desde Europa eso no tiene mayor importancia y sólo se validan las críticas, desde un trasnochado sentido de superioridad histórico-democrático? Ejemplo de eso es que hoy, en España, la visión que se tiene de Chávez no se basa en sus reformas sociales, o en su fortaleza ante los sicarios de la administración Bush, sino en sus excesos verbales o que el rey de España, con un tuteo colonialista inadmisible en el mundo no castellano, le intento callar en una cumbre con la endémica mala educación borbónica. Y eso le convierte en el enemigo. No sus afrentas a la libertad en Venezuela, que también las ha cometido, sino un episodio de prensa rosa o de sainete frente a un rey con un sentido prepotentemente medieval de la historia.

Pero nadie se toma en serio el incremento del nivel de vida de la población más desfavorecida de Venezuela desde que la oligarquía neocolonial ha dejado de mandar en el país. ¿Es ahora corrupta la administración?, Seguro que sí, ¿pero lo es más que antes, cuando el dinero de las multinacionales energéticas compraba descontroladamente prebendas a todos los niveles institucionales? ¿Y no es cierto que vive mejor el pueblo cubano, con educación, alimentación, vivienda y sanidad garantizadas bajo el castrismo que el brasileño en las favelas de Rio? ¿O que el colombiano en el altiplano, sometido a la guerrilla y las bandas narcos? ¿Y no es mejor la situación social y legal de las cubanas que la de las mujeres en Ciudad Juárez, bajo el yugo de un machismo tan vigorosamente arraigado en el México de hoy? ¿o que la de los indios en la democracia guatemalteca? ¿I no es una realidad publicada que Cuba, Bolivia y Venezuela son los países latinoamericanos más alfabetizados del continente? Pero ¿eso disculpa que en Venezuela se amenace a la oposición? ¿O que en Cuba los homosexuales, o los disidentes políticos sean encarcelados? ¿Y qué parte de culpa en el enquistamiento del régimen cubano tiene el bloqueo de los EUA, tan desesperadamente necesitados siempre de enemigos exteriores? ¿La respuesta es la persecución de la libertad de expresión por parte de la nomenclatura cubana? ¿Porqué ese panorama se difumina más a medida que se profundiza en él, el lugar de ser al revés?

¿Porqué esos nuevos movimientos sociales no tienen hoy más alternativa que las antiguas oligarquías petroleras venezolanas, o la élite blanca boliviana cuya divisa es el desprecio al indígena, o la mafia anticastrista de Miami, tan llena de odio hacía sus propios compatriotas sinceramente favorables a la revolución que no tiene en sus corazones espacio para la búsqueda de la libertad, sino sólo para la venganza, o la casta de funcionariado corrupto a todos los niveles en México, o Perú?

La opción de Europa debería ser colaborar con esos nuevos movimientos de izquierdas, dándoles el merecido voto de confianza, que ellos mismos han ganado en las urnas, mientras analiza como puede también coadyuvar al nacimiento de nuevos movimientos de oposición auténticamente democráticos, como contrapeso necesario a esos regímenes. Indispensablemente nuevos, nacidos de las clases medias y no de las castas dominantes del siglo pasado.

Y sobretodo, Europa debe darse cuenta de cuan absurdo es el paternalismo hacia quien, con sus esfuerzos en la búsqueda de su libertad, nos lleva dando lecciones desde hace doscientos años. No se donde estará el final de ese camino, pero sí se donde está el principio. Está en desmarcarse inmediatamente de la tutela de los bárbaros de norte, de esa extraña gente que defiende la democracia en Abu Grahib, en Guantánamo, en países amigos que les prestan sus cloacas ponzoñosas para torturar a su enemigos. Dejar de recibir lecciones de libertad de un asesino en serie que firmo decenas de sentencias de muerte desde el gobierno de Texas. De una administración asesina de masas desde la mentira y la rapiña energética. Hay que gritarlo: ¡Nosotros no electrocutamos a nuestros enemigos, no los ahogamos, no los torturamos!

Y hagámoslo ahora, o para luego será tarde y la historia volverá a sobrepasarnos

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