Evangelistas, adivinos, obispos apocalípticos, tiradoras de cartas, tarotistas, creacionistas, abducidos por ovnis, etc… estamos asistiendo desde hace unos años a una ofensiva en toda regla por parte de los defensores de los fenómenos paranormales.
Las cifras que resultan de las estadísticas públicas sobre el nivel de credibilidad de toda esa tropa son alarmantes. ¿Quién no conoce un amigo, un familiar, que no haya llamado alguna vez a un tarot, que no haya consultado a un mago o que no de crédito a fábulas bíblicas? ¿Cuál es el proceso mental que lleva a gente, que en la vida cotidiana se comporta con toda normalidad, a mantener esos comportamientos infantiloides y a creer que un desconocido (previo pago) predecirá su futuro mirando unos cartoncitos con dibujos o que un sacerdote, diciendo unas palabras mágicas, convierte un vaso de vino en la sangre de un hombre muerto hace dos mil años?
Y ahora toca el alud de los creacionistas, cretinos funcionales que creen que fue su dios quien creó el mundo hace menos de seis mil años (periodo en el que se inventaba la escritura en Mesopotamia), contra toda evidencia científica. ¿Y los fósiles, preguntamos? Los puso dios en la tierra para que los encontremos y así probar nustra fe, responden. ¿Y la evidencia científica? Las verdades científicas no pueden estar por encima de lo que escribieron hace miles de años unos profetas semitas, mantienen.
Pero cuidado, que estas mentalidades casi patológicas no son sólo patrimonio de clases desfavorecidas para sembrar en ellas el germen de la sumisión. No. Dirigentes de países actuales, islámicos y cristianos, con armamento y medios de todas clases, hacen de sus particulares revelaciones paranormales e interpretaciones martiriológicas de textos históricos una forma de gobierno. Hasta ayer, el hombre más poderoso del mundo era un ex alcohólico, un embustero, que ha evolucionado desde aquel asesino en serie que firmaba sentencia de muerte como gobernador a este asesino de masas en medio oriente, que cree que dios creo a la mujer de una costilla de Adán. No como una alegoría, sino como un hecho real.
¿No os resulta todo eso casi irreal, como si viviésemos en una realidad paralela…?
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