domingo, 11 de enero de 2009

El síndrome de San Pablo

Versió en català: http://esperantelsbarbars.blogspot.com/

Todos los que hemos fumado nos hemos encontrado durante ese periodo (nuestros años oscuros (u oscurecidos por el humo)) con gente que, con diversa intención, han blasmado nuestro vicio. ¿Recordáis cuál era vuestra actitud frente a ellos?

En particular, la mía era beligerante. Siendo, como sin duda hemos sido todos los que hemos fumado, consciente de la malignidad de mi vicio, tanto por sus estragos físicos como por sus esclavajes mentales, estaba convencido de que era el único dueño de mi decisión y de mi salud.

Hoy, en mi firme transición ya desde mi posición de fumador que lleva dieciocho meses sin fumar, con convicción de piedra picada de que mi camino ya no tiene retorno, que la enfermedad y la miseria mental ya no son una opción, sigo manteniendo que no debemos mostrar animadversión frente a los que fuman. Y mucho menos, seguir el juego al establecimiento de reglas y prohibiciones que, bajo el pretexto de querer curar a los adictos, impongan coercitivamente el manto protector del Estado sobre nuestros comportamientos personales.

Era realmente una preocupación y un reto personal no caer en lo que yo llamo el “síndrome de San Pablo caído del caballo” y, desde mi “conversión”, empezar a perseguir a los fumadores (recordemos que Stalin fue seminarista, y hay tantos ejemplos…)

Se trata sólo de que nuestra clarividente comprensión de que no debemos fumar no nos lleve a pensar que nadie debe hacerlo y que tenemos la fuerza y, tal vez, la obligación moral de hacérselo ver, prescindiendo del respeto a la libertad individual de cada cual para decidir qué hace con su vida y con su salud. Yo no quiero fumar, pero quiero seguir teniendo la libertad para hacerlo por mi voluntad y no por la de los demás, sean amigos, familia o policías.

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