sábado, 10 de enero de 2009

El cártel sacerdotal

Tal vez es una apreciación mía, pero parece que cada vez más, la herencia del racionalismo posrenacentista va cobrando poco a poco forma en Europa en forma de escepticismo religioso, entendido no sólo como el cuestionamiento moral de las creencias espirituales, sino principalmente, como el abandono de las prácticas religiosas organizadas y controladas por la jerarquía. El desapego de la sociedad a la iglesia heterodoxamente entendida, bien por un convencimiento combatientemente ateo, bien por una indolencia agnóstica hedonista, bien por una completa falta de sintonía con la nomenclatura cristiana, alimenta el laicismo, el enemigo de nuestros capos espirituales.

También el Islam, la otra principal religión del libro, emergente hoy en Europa por la llegada de nuevos habitantes, verá mermada muy pronto su influencia por un fenómeno irremediable: Las nuevas generaciones no podrán asimilar el camino que les lleve desde prácticas criptomedievalistas hasta la moderna sociedad de consumo, con su libertad de comportamientos. Y la mayoría, integrando consumo, tecnología y libertad de pensamiento en un único modelo, abandonará la práctica activa de una religión que no podrá acercarse, ni de lejos, a conjugar su vida cotidiana con el dogma de fe. Aunque siempre quedará un poso de creyentes, en una posición de quasi-esquizofrenia moral, cuya viñeta ilustrada los podría dibujar con un ojo fijo en el Corán y el otro en las minifaldas (o lecturas, o amistades, o trabajos, o universidades…) de sus mujeres e hijas, emancipadas gracias a la inmersión educativa obligatoria de nuestro sistema de libertades públicas.

Otras practicas cubren hoy día esa necesidad espiritual que parece compeler a los ciudadanos a creer en la magia. Fe en el tarot, en “una energía”, en horóscopos, en que “no se que hay pero hay algo”, budistas, adeptos a las terapias espirituales, energías positivas, cienciologistas, o modernos gaistas que creen en la “madre tierra”, etc.. Todo ello apenas alcanza a encubrir un fenómeno que se me antoja diáfano: O la gente no cree en dios entendido como el Yahvé judeo-cristiano, o, si lo hace, quiere seguir a Jesús y quiere hacerlo sin intermediarios, como en el origen del cristianismo. Los obispos van perdiendo credibilidad a marchas forzadas, lo cual, como podemos ver, se traduce en una mayor virulencia y agitación del núcleo más duro: opusdeistas, legionarios de cristo, kikos, neocatecumenistas, cristianos renacidos, y una lista cada vez más nutrida de sectas cristianas, bendecidas por la iglesia, y ferozmente combatientes a los cambios sociales, sexuales, espirituales, científicos… que hoy se multiplican en las sociedades modernas occidentales como en su tiempo se extendió el racionalismo o el liberalismo, o el marxismo, o el sufragio universal.

Una vez el cártel sacerdotal europeo (cardenales, imanes, obispos, etc..) se de cuenta de hasta que punto se encuentra en proceso de eliminación como grupo de presión de una cierta influencia en la sociedad moderna de este continente, no va a dudar ni un instante en unirse bajo la misma bandera, acercando la cruz a la media luna de un modo históricamente inédito.

Vamos a asistir en un futuro muy próximo al principio de éste proceso. Seguramente serán aún tímidos intentos de aproximación. Algo así como declaraciones públicas de apoyo ante un problema concreto que enfrente a uno de los dos grupos con una nueva ley, una nueva línea de investigación científica… Una cuestión que sea lo suficientemente polémico todavía entre la ciudadanía como para enmascarar la pátina decimonónica que barniza cualquier traba a nuevos avances sociales o científicos... Un gesto de comprensión moral…

De nosotros, de nuestra capacidad de perspectiva y de resistencia dependerá su éxito.

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