domingo, 11 de enero de 2009

Cincuenta millones de segundos

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Mañana, 12 de enero, cincuenta millones de segundos sin fumar. No ha sido fácil, pero, con la perspectiva de esa distancia de dieciocho meses recorrida, tampoco ha sido especialmente difícil.

Los principios fueron como los de todos, duros, incluso desesperantes en ocasiones, como ya sabéis todos los que habéis dejando de fumar. En mi caso, el detonante fue el diagnóstico de una enfermedad pulmonar. Pero, a los pocos días, ese no era ya el motivo, sino solamente el punto de inflexión que me llevo a tomar la decisión. Porqué cuando el ansia apretaba, creo que con eso no me hubiera bastado.

También me ayudaron algunas personas, virtuales como tu y reales, como mi mujer, mi madre, y mi hijo algunos amigos y algunos otros conocidos solamente, pero que ayudaban a levantar ese ánimo y a alimentar mi autoestima para no defraudarles. Aunque seguro que, cuando la adicción se hacía tan real, eso no me hubiera bastado.

Los motivos de no seguir fumando pasaron a ser los regalos que empecé a recibir de forma casi inmediata, ya sabéis, los aromas, las escaleras empinadas que se hacían más cortas, el aliento fresco, esa tos matutina que no aparecía, el placer de frecuentar el foro de no fumadores, el ejercicio diario que ya eras capaz de afrontar, etc … Pero en los momentos peores, creo que con eso no me hubiera bastado.

Entonces, diréis, ¿que fue lo que hizo que se diera la vuelta la situación? No creo ser diferente a ti en eso. A mí me paso lo mismo: Recuperé mi vida. No hablo de la salud solamente, no…. Claro que es importante, pero a veces no es suficiente. Me refiero a ese sentimiento remoto, que el transcurso de los años de adicción entierran en un rincón recóndito e inalcanzable. Esa sensación casi ignota, pero extrañamente cercana, de que eres capaz de hacerlo, de vencer, de abandonar, de un sólo golpe de voluntad, algo que te ha acompañado en todos los momentos de tu vida que eres capaz de recordar (tu primera novia, el nacimiento de tu hijo, el fallecimiento de tu padre, esa fiesta, esa pena, eso, todo).
Y así, inesperadamente a veces, en un momento determinado de este camino, te das cuenta de que algo en lo que te rodea es sutilmente distinto, que los recuerdos de tu niñez, de tu vida sin tabaco, te frecuentan… Y al fin lo reconoces: tienes una nueva vida. Una fuerza de voluntad que incluso te cuesta reconocer y que usarás a partir de hoy para todo. Tus hábitos, nuevos, esta vez los has escogido tú. Es esa emoción, ese entusiasmo que se crece con las dificultades y los éxitos, cada vez mayores, cada vez más consolidados, más seguros. En ocasiones cada vez más frecuentes, tu determinación se alimenta sorprendente y eficientemente de tus ganas de fumar. Cuanto mayores son, más fácil es obviarlas. Tu decides otra vez, casi por primera vez en mi caso. Es una experiencia que parece moverse imprecisa y deliciosamente en los bordes de la felicidad.

Y así, después de años de ignorada esclavitud, de pronto encuentras una libertad que ni siquiera sabias que existía. Y la disfrutas, plenamente consciente de que te la has ganado de la única forma posible.

Si me lees dejando de fumar, haz como yo. No sufras dejando de fumar. Al contrario. Disfruta de ello, como en el poema de Kavafis. (http://www.cica.es/aliens/gittcus/kavafis ). Sólo eso. Ánimo al desanimado, paciencia al ansioso, convicción al indeciso.

Y gracias por leer esta entrada.

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