Éstas son un conjunto de reflexiones desde la perplejidad que da el hecho de no encontrar en el “mercado político” ninguna propuesta que aporte un punto de equilibrio i equidad sobre la respuesta frente a las agresiones que, de forma sistemática, sufre nuestro sistema de libertades individuales. Agresiones que, si bien pueden no tener una estrategia diseñada, si que, en su conjunto, determinan de forma cada vez más clara un propósito definido.Hablo de perplejidad, ya que no puedo entender que, ante unas señales tan evidentes, ya no tan sólo en las grandes decisiones políticas, sino cada vez más en las vivencias cotidianas de cada ciudadano, no nos demos cuenta de su gravedad y trascendencia.
En primer lugar, es necesario remarcar que el presente análisis se fundamenta en que el sistema de libertades recogido en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 ha de tomarse como punto de partida indiscutible. Partir de ésa declaración, ningún paso atrás debe ser permitido.A la hora de considerar esas libertades como el pilar básico que debe vertebrar las relaciones interpersonales de una sociedad moderna, es preciso recordar el precio que hemos tenido que pagar, todos, para conseguirlas, a lo largo de nuestra historia. La memoria de la sangre y los sacrificios de nuestros antepasados merece, como mínimo, que dediquemos algún esfuerzo a reflexionar sobre ello.
¿En que me baso para pensar que este marco de relaciones está amenazado? Los ejemplos que encontramos en los titulares de prensa son inequívocos. ¿Como podemos admitir sin alterarnos que la vida humana no valga hoy lo mismo en todas partes? La sociedad sabe que la muerte de ciudadanos occidentales en actos de terrorismo debe ser condenada (es un hecho evidentemente criminal, sin paliativos de ninguna clase, sin ninguna duda), pero en cambio nadie pide con la misma fuerza, salvo casos testimoniales y desde luego minoritarios y alejados de los circuitos políticos convencionales, que sean juzgados los generales americanos que provocan la muerte de civiles en Afganistán. También se observa que algunas voces, beligerantes con los actos de genocidio en Palestina diseñados por el Thsal (¿qué esperamos los europeos para solicitar responsabilidades penales al gobierno de Israel?), en cambio relativizan con su comprensión de la desesperación frente a la opresión los atentados contra la población civil judía.
¿Más ejemplos? ¿Quién duda de la americanización de nuestro sistema de seguridad pública? Los parámetros que han sido válidos para la sociedad de Estados Unidos (que ha dado muestras de su barbarie judicial de forma sistemática) se están exportando a marchas forzadas a Europa. Directrices que priman la seguridad por encima de la libertad, la venganza frente a la equidad, hoy son admitidas por nuestra sociedad sumisamente, sin ninguna voz en contra más que la de los grupos extraparlamentarios habituales, por otra parte cada vez más integrados en esta dinámica en forma de consentida conciencia crítica controlada, pero siempre fuera de los parlamentos.
¿Y cuál es la esperanza? Los autodenominados hoy grupos antisistema, que muchos veíamos como el germen de una nueva conciencia política tras el hundimiento del pensamiento marxista, no son más que una amalgama de sensibilidades diversas, sin que hayan conseguido un mínimo de cohesión para articular un discurso con la suficiente coherencia para ser inteligible i comprendido por los ciudadanos. Y, muchas veces, sus buenas intenciones quedan empañadas por unos métodos manifiestamente violentos. ¿Qué podemos esperar de una gente que hace de la intolerancia bandera, sin saber controlar su rabia y que la canaliza abonando el germen del fascismo? Estos elementos están hoy profundamente presentes en el movimiento antiglobalizador (o, al menos, en su apariencia externa) y provocan una inmensa confusión en la ciudadanía que debería ser objeto de sus postulados. ¿Alguien duda de a que lado formarán mayoritariamente los vecinos del barrio de Gràcia, en Barcelona, cada año tras su fiesta mayor?
En este aspecto estamos absolutamente desamparados. Los gobiernos recortan nuestras libertades a marchas forzadas y los antagonistas de los recortes hoy practican la violencia para oponerse. ¿Dónde están los movimientos de resistencia pacífica? Y, sobretodo ¿qué partido se manifiesta claramente en contra con formulas practicas? Lo que necesitamos son ejercicios de imaginación serios, lejos de la imagen de intolerancia que dieron por ejemplo (y no se me va de la retina) amplios grupos de estudiantes en el acto democrático de cambio del primer rector de la UdG (Universidad de Girona). Viendo como eran agredidos los cargos públicos escogidos democráticamente por una turba de alumnos parecida a una banda de la Gestapo, sólo nos queda mirar a cielo y lamentar: si el movimiento universitario, históricamente pionero de los cambios sociales, hoy está contaminado por la semilla del totalitarismo, con toda impunidad y ninguna vergüenza, ¿Qué nos queda?
Mañana, o pasado se ilegalizará otro partido político. Y no pasa nada. ¿Alguien recuerda que los estudiantes hayan salido a la calle por algún motivo que no sea corporativo en la historia de la democracia contemporánea en este país? ¿En nombre de qué el Estado está cada día más presente en el control de nuestras vidas, de nuestra salud, de nuestros hábitos alimentarios, de si llevamos abrochado el cinturón de seguridad, etc…? ¿Cómo puede una filmación sobre peleas provocadas, agresiones escolares y similares ser comercializada con total impunidad? ¿Qué se vende a los ciudadanos en los programas estrella de la televisión? ¿Porqué en los telediarios pretenden hacernos creer que una matanza en Irak merece tanta atención como un perro que canta Jingle Bells? ¿Hasta cuando la investigación médica seguirá amenazada por absurdos integrismos, con reflexiones que sonaran tan estúpidas dentro de pocos años como estúpidos percibimos ahora los anatemas a Galileo? ¿dónde están tantos siglos de progreso?
Y, dentro de esa sinrazón, se adivina hoy otra vía de agua, que si no se frena puede hundir definitivamente el barco. Es una evidencia para todos que el fenómeno de la inmigración es hoy la principal preocupación de la ciudadanía. Y, a pesar de que su origen es diverso, nuestro sistema de libertades está perfectamente diseñado, a grandes rasgos, para acogerles e integrarles en la medida en que cada uno quiera. Se trata sólo de respetar por parte de todos dos principios básicos: el respeto a nuestro sistema de preservación de libertades individuales según los principios que he expresado antes, y un axioma de muy fácil comprensión: Todos los derechos, todos los deberes. Ni uno más, ni uno menos.
Y, dentro de esa sinrazón, se adivina hoy otra vía de agua, que si no se frena puede hundir definitivamente el barco. Es una evidencia para todos que el fenómeno de la inmigración es hoy la principal preocupación de la ciudadanía. Y, a pesar de que su origen es diverso, nuestro sistema de libertades está perfectamente diseñado, a grandes rasgos, para acogerles e integrarles en la medida en que cada uno quiera. Se trata sólo de respetar por parte de todos dos principios básicos: el respeto a nuestro sistema de preservación de libertades individuales según los principios que he expresado antes, y un axioma de muy fácil comprensión: Todos los derechos, todos los deberes. Ni uno más, ni uno menos.
Estás sencillas premisas, tan fáciles de aplicar, son hoy manipuladas interesadamente desde todos los extremos, con la connivencia de nuestra clase política, malgastando tantos años de tolerancia, ganados a tan alto precio. Por una parte, se permiten actitudes xenófobas (recordemos que algunos partidos políticos la proclaman de forma cada vez menos encubierta) y por otra, determinadas actitudes atávicas, sexistas y discriminatorias, cuando no abiertamente ilegales, fruto de años de fanatismo religioso (¡Cuándo sabemos nosotros de eso, después de cuarenta años de nacional catolicismo¡), pretenden tomar la consideración de “diferencias culturales” o “especificidades étnicas”.
De estas reflexiones resulta esta entrada, a modo de declaración de principios, con voluntad de ser, como mínimo, la voz que clama en el desierto de la red. Y aunque solo la escuche yo, me será útil para no perder la memoria como tantos otros la han perdido antes que nosotros.
Gracias por vuestro tiempo.
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